MATA HARI NOS LLEVA A DONOSTIA

Situémonos. San Sebastián en los años veinte, en plena primera guerra mundial. Su privilegiada situación y la neutralidad oficial acordada por el Gobierno hacen de Donostia y su entorno un lugar donde los espías pueden realizar y fraguar sus misiones con mayor seguridad. La presencia de espías era habitual en la zona y como población fronteriza existe una larga tradición que se puede remontar al siglo XVI.

A pesar de no vivir la guerra directamente, el clima era de tensión ya que a pesar de la neutralidad, ambos bandos querían que España entrara en guerra. «Querían provocar su entrada en guerra aprovechando que la reina regente María Cristina era miembro de una dinastía emparentada con los príncipes reinantes en los Imperios Centrales», asegura el historiador Carlos Rilova.



Por todo ello, es fácil imaginar la San Sebastián de aquella época como un hervidero de espías. Un lugar donde el contraespionaje estaba a la orden del día y los espías convivían con los donostiarras. Tal y como relata el historiador Javier Sada, «Le Petit Parisien publicaba un extenso artículo refiriéndose a la ciudad como un nido de espionaje germánico. El periódico La Voz de Guipúzcoa replicaba diciendo que, sin negar la posible existencia del espionaje en san Sebastián, nunca lo favorecía por sentimiento, por vecindad y hasta por instinto». Así y todo, parece que francófilos y germanófilos encontraban lugares de tertulia repartiéndose las terrazas de los cafés donostiarras.


El Casino donostiarra es uno de los lugares elegidos para sellar esos acuerdos y transmitir informaciones. Por aquí pasaron millonarios, jeques, marajás y artistas, como Bolo Pachá, Arthur Rubinstein, Sara Bernhard, Raquel Meller, Elizabeth Bedlington y Mata Hari. Precisamente existe la leyenda de que en este local se fraguó la última operación de la espía, que le llevó a la muerte.


Todo lo que se conoce de la vida de Mata Hari oscila entre la realidad y la leyenda. En parte, porque ella misma se encargó de mezclar estos dos aspectos a lo largo de los años. Mata Hari nació en Holanda en 1876. Se casó joven con un militar que fue destinado a Java, donde sufrió la muerte de uno de sus hijos envenenado a manos de su niñera. Probablemente este hecho marcaría el resto de su vida. Su marido cayó en la bebida y cinco años después se separó.

Es posible que se convirtiera en Mata Hari al recibir una oferta de la oficina de contraespionaje británica. Las danzas aprendidas durante su estancia en Java le sirvieron para destacar como exótica bailarina. Se cree que utilizó sus encantos para seducir a militares de alto rango y obtener de ellos información que luego pasaba, siempre según las tesis de los servicios secretos franceses, a los alemanes, haciendo un doble juego.

Esta doble condición de bailarina y espía hicieron que sus andanzas tuvieran una enorme repercusión en su época. Tanto que hay quien defiende que esas dosis de sensacionalismo sirvieron a los gobiernos para desviar la atención de la opinión pública sobre la masacre que supuso la Gran guerra.

Mata Hari fue condenada a juicio sumarísmo por espionaje el 15 de octubre de 1917. Fue detenida el 13 de febrero en París prácticamente recién llegada de San Sebastián, donde se había alojado en el Hotel Londres. La habitación 322 recuerda su presencia con un recorte de prensa de la época y con una copia de la partida de nacimiento enmarcadas en la pared de dicha habitación. Está demostrado que además se alojó en este hotel en 1916 y que su primera visita a la ciudad data de 1914, poco después del atentado de Sarajevo.

Habitación Mata Hari en el Hotel Londres.

La leyenda dice que se desnudó ante el pelotón, en un intento de evitar la ejecución o al menos de poner de manifiesto por última vez su belleza. La leyenda también cuenta que a los soldados del piquete les tuvieron que tapar los ojos. Su cuerpo fue donado a la Facultad de Medicina para que los estudiantes practicaran con él.

¿Pero fue Mata Hari una verdadera espía? Sada reconoce que la historia tiende a admitir que Mata Hari coqueteó tanto con los servicios franceses como los alemanes, pero relativiza el valor de las informaciones que pudo suministrar, y en definitiva, su caracter de «superespía».

La responsabilidad sobre la muerte de miles de soldados franceses que le fue atribuida «no quedó fehacientemente demostrada». Parece que fue víctima de un peligroso juego en el que frívolamente se implicó.


FUENTE: DIARIO VASCO (Leire González) 29 JUNIO 2015